Así es Álora
DESDE EL HACHO AL MAR



Con sus casi ciento setenta kilómetros cuadrados de término municipal, Álora es una comarca eminentemente agrícola, que se eleva hasta las cumbres del Hacho, para, desde el Monte Redondo, otear el mar. Del mar han venido las brisas que refrescan los calores del estío y las influencias fenicias que dejaron sus huellas bajo los muros de su castillo. De allende el mar vinieron romanos y árabes que dejaron restos de quintas en Villa Pompilla, Canca o La Alcubilla, o, cuando no, en su castillo, en la blancura de sus casas blancas entre el verdor de naranjales y limoneros, en su vocabulario, en su gastronomía o en su folklore. Álora en abril, es un alambique de perfumes que suben con el azahar de sus huertas al caer la tarde o al romper el sol que salva los "lagares" y envía sus primeros rayos. Con el otoño la hojas doradas muestran un pueblo lleno de colorido y sabor; el invierno en Álora es dulce y suave; el verano...

BASTIÓN A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS
Álora es una tierra de antigua civilización mediterránea con vestigios de la prehistoria - hachas neolíticas en el Hoyo de Conde o el Sabinal- y con restos romanos y árabes. Álora ha sido una región de paso, expuesta a los ataques y contraataques, a las dominaciones y contradominaciones. Cada una de estas fases históricas ha dejado una señal que podemos descubrir en una búsqueda emocionante. Ciudad fronteriza, llave de entrada desde las tierra interiores hacia el mar, fue un baluarte apetecido de reyes castellanos que, en vano, durante la Edad Media, buscaban una penetración hacia Málaga, o hacia otras tierras del reino de Granada. En Álora es posible gozar de las bellezas de la naturaleza, y al mismo tiempo, de la cultura, enriquecida con el paso del tiempo, que la hace singular y única.

ACOGEDORA Y ORGULLOSA DE SU PASADO
Álora es hoy uno de los pueblos más receptivos. Se dice que los perotes han visto y saben de casi todo. Portadores de una filosofía de vida que sólo tienen los pueblos viejos. En su tejido social conviven naturales y foráneos. De carácter abierto y acogedor, recibe con los brazos abiertos al viajero que llega por los caminos que se cruzan y se encuentran en el Valle del Gaudalhorce. Se conservan tradiciones, valores extrovertidos y fuera de sí. Agoristas del s. XXI. A veces hace preguntarse al visitante ocasional ¿hoy es fiesta en Álora? Y sabe transmitirle su propia esencia hasta hacerle sentir nostalgia cuando, al final de la jornada, se aleja, camino de otras tierras.

INFORMACIÓN DE INTERÉS
Con casi 15.000 habitantes, Álora se halla a la mitad de camino entre el mar y las tierras interiores de la provincia de Málaga, en la falda del monte Hacho y asomándose a la Vega del Río Guadalhorce. El clima tiene una estrecha relación, con su situación geográfica y orográfica.

Este valle está flanqueado por montañas en sentido descendente hacia el mar, y está cerrado a los fríos vientos del norte por la Sierra de Abdalajís. De esta forma, Álora tiene un estupendo clima meridional cálido, y la etapa de frío es mínima, sin que se llegue nunca a temperaturas muy bajas.

Álora fue ciudad íbera -alfar del Arroyo Hondo- romana, arrasada por los visigodos en el Siglo V y árabe. Reconquistada por los Reyes Católicos en 1484, perteneció a la jurisdicción de Málaga, de la que posteriormente se emancipó. Sufrió un ostracismo en los siglos posteriores y los avatares de la Guerra de la independencia. Actualmente, Álora mira a la modernidad y al progreso.

Álora posee numerosas huellas de los pueblos que la han poblado a través de los tiempos:

ÍBEROS: Alfar del Arroyo Hondo.

ROMANOS: Restos de utensilios domésticos, fragmentos de columnas y pedestales, lápidas y pedestales, lápidas y pedestales, en colecciones privadas y Museo Arqueológico Provincial de la Alcazaba.

ÁRABES: Castillo. En el Cerro de las Torres, a 100 metros sobre el nivel del río. Posee en su interior un arco declarado Monumento Nacional por ser único en occidente. Los fenicios, pueblo comerciante, debieron encontrar en este valle óptimas condiciones para el desarrollo de sus actividades mercantiles y pusieron los cimientos del castillo. Los romanos construyeron sobre las ruinas que hallaron, lo fortificaron y dejaron la base consistente para que otro pueblo invasor, los árabes, lo convirtieran en residencia, Alcazaba y lugar de difícil acceso y conquista. Los visigodos, en el Siglo V, arrasaron el castillo, en una de sus periódicas incursiones.

Cuando los árabes llegaron poco después, en el 711, sobre las ruinas edifican un gran Castillo, con una configuración muy similar a la de hoy.

EPOCA CRISTIANA: Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. X. XVII. Sustituyó a la primitiva, del mismo nombre y mandada edificar por los Reyes Católicos sobre la mezquita del Castillo. De tres naves, en piedra y techumbre de madera, se atribuye a Pedro Díaz de Palacios y puede encuadrarse en el grupo de iglesias clasicistas que imitan la corriente antequerana.
Posee unos frescos interesantes y un campanario, de cinco cuerpos, rematado con una veleta, que culmina el último, añadido en época diferente al resto de la construcción.
Santuario de Nuestra Señora de Flores. Obra del Siglo XVIII. Se venera a la Virgen de Flores.
Capilla Castillo-Cementerio. Finales del S. XV, cubierta con bóveda gótica de crucería. Restos de la primitiva parroquia llamada de las Torres, posteriormente destruida por un terremoto. Acoge las imágenes de Jesús Nazareno de las Torres y la Dolorosa de las Ánimas, realizadas por el perote Navas-Parejo.
Capilla de la Veracruz. Pequeña edificación del siglo XVI, de planta muy irregular y construida con los dineros recaudados por la venta de los moriscos, tras la sublevación, en tiempo de Felipe II.












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